10 de julio de 2008

LA MUERTE DE JESÚS DE NAZARET

Por: Christian González

Recuerdo ahora, cómo con muy buen pulso, solo propio de eruditos, el Profesor Louis Rougier, formula la epítome de la cultura occidental: Logos Griego, Lex Romana y Verbo Cristiano. Esas son las partes del todo de nuestra cosmovisión. Vemos pues que hay sucesos del archi-pretérito que nos marcan. Y uno de ellos es la vida y muerte de Jesús. Se constituye en un hito. Esto para el creyente bueno, para el ingenuamente fervoroso o para el irreligioso, porque incluso este último lleva el impacto de la vida y muerte del Nazareno de forma arquetípica y abigarrada en su ser. Pero concentrémonos en su muerte, no porque su vida no sea relevante sino por que amerita mayor espacio del que ahora podemos concederle. Acerca de la muerte se mueve en boca de muchos una divergencia que sitúa a los conflictuados en dos bandos: los que piensan que Jesús murió por nuestros pecados y quienes piensan que se le mató en razón de su lucha por el hombre y por motivos políticos. Lo anterior es hacer una mixtura confusa de los elementos teológicos e históricos de su muerte. Esto porque puede sostenerse desde el análisis histórico que lo mataron por motivos políticos y desde la fe que murió por nuestros pecados, sin existir contradicción alguna.

Pero entremos en la hondura del análisis histórico, ¿por qué matan a Jesús?

Jesús inicia su ministerio cuando frisaba en la edad de los treinta y dos o treinta y tres años; y lo que al principio es el deleite de todos, es visto luego como las pretensiones de un advenedizo por su férrea crítica contra el sistema social. En su predicación hay algo nuclear: igualdad ante Dios, acercarse al reino de Dios, conocer a Abba, no entronizar lo cultual ni cambiarlo por el poder de Dios, no oprimir al desvalido, débil, pobre, y obedecer a Dios más que extenderle sacrificios. Así verbigracia, veamos algunos ataques a la cultura, que son más bien intercambios de reticencias donde se develan criticas más severas: En Lucas 13, 10-17, Jesús sana el sábado, y el príncipe de la sinagoga manifiesta su desacuerdo, a lo cual Jesús contesta: “Hipócrita, cada uno de vosotros ¿no desata en sábado su buey o su asno del pesebre y lo lleva a beber? Y a esta hija de Abraham, que he aquí Satanás la había ligado dieciocho años, ¿no convino desatarla de esta ligadura en día sábado? En Mateo 15, 1-21, en que los fariseos inquieren a Jesús porque sus discípulos no se lavan las manos cuando comen pan y este viene y los confronta diciendo que ellos violan el mandamiento de Dios por su tradición, y les llama hipócritas, enseñando que “no es lo que entra en la boca lo que contamina al hombre; mas lo que sale de la boca es lo que contamina al hombre”. En Marcos 2:15, en que Jesús come a la mesa de publicanos y pecadores, y al ser abordado por los fariseos, Jesús contesta: “los sanos no tienen necesidad de médico, mas lo que tienen mal.” Y la lista es exhaustiva en los cuatro evangelios, pero si damos un brinco histórico necesariamente debemos pasar por el incidente del templo, que sea quizás lo que recrudece la sufrida relación entre Jesús y los guardianes de la tradición. En el atrio de los gentiles, Jesús derriba las mesas de los cambistas y expulsa a los vendedores de palomas y ovejas según el relato de Mateo 11,15-19. En esta parte Jesús no está manifestando su desdén por el comercio en el templo, pues lo que derriba, es lo que permitía la realización del culto: palomas, ovejas y monedas para la ofrenda. Está más bien manifestando que el sistema cultual que Dios quiere no es el que impera con esto, siendo que hablamos de una sociedad teocrática, está haciendo una severa crítica al sistema político-religioso, que evidentemente pone en tela de juicio el actuar del gobernante, y guía espiritual. Está además relativizando el sistema semítico de pureza. El templo es el centro de la vida social, y en esa estructura piramidal no cabe intentar modificar el “status quo”: charlatanería les parece a los sacerdotes propalar una igualdad, readecuar el sistema de pureza, atenuar la importancia del ritual y de la ley. Este Jesús, revolucionario, por su influencia, y habilidad dialéctica, es un peligro, porque descubre, indaga y deconstruye y es más conveniente su muerte que la de todos nosotros; nos debilita frente a Roma. Jesús hasta esta línea ya está siendo imprecado en la mente de los sacerdotes, que comienzan a idear un plan para matarlo, porque sus opciones son o modificar el sistema cultual o silenciar la crítica corrosiva y sus duros corazones los llevan a escoger la primera opción. Encuentran ocasión con Judas; así soslayan el hecho que se la pasaban “nocte dieque incubando” el modo de desaparecer a este “falso profeta” que se dice blasfemamente se dice ser “el camino, la verdad y la vida” y “la fotografía del padre” a quien llama Abba.

Pero en el culmen del encrespamiento de la autoridad religiosa está el actuar de Jesús cuando ya aprehendido, frente a Poncio Pilato, no niega las acusaciones ni las afirma, y Pilato busca soltarlo, sin tregua. Piden su muerte en cruz, y éste se lava las manos. El maestro no ha querido defenderse, no ha querido sacudirse la muerte que es inminente. Hay dos probables artículos de la ley que se adujeron para su condenación Dt 18,8-20 y Dt 13,6 que en su parte conducente dice “pero si un profeta tiene la presunción de decir en mi nombre una palabra que yo no he mandado decir y habla en nombre de otros dioses, este profeta morirá.” Así si p entonces q: si Jesús dijo palabras que no venían de la boca de Dios, entonces debe morir. La cuestión está zanjada. Si las dijo. Blasfemó. Caifás condena. Y por eso matan a Jesús.


Y ahora, nos queda en el tintero, la cuestión de la fe ¿Cómo se interpreta su muerte, ayer y hoy?

En el nuevo testamento la muerte de Cristo es concebida como un plan eterno, en el que Dios se propuso redimir al hombre, rescatarlo con su sangre preciosa. La muerte de Cristo es concebida como: 1.- Un rescate; lo cual significa hacer al hombre libre de la esclavitud mediante el pago del precio. (Pretio magno). Por medio de la sangre de Cristo el hombre obtiene redención, perdón de sus pecados. 2.- Expiación; en la sangre de Cristo el pecado es condenado y expiado lo cual hace posible el tener una relación amistosa entre Dios y el hombre. 3.- Reconciliación; Dios reconcilia a la raza humana consigo mismo y no a sí mismo con la raza humana. 4.- Substitución; Cristo muere para que el hombre pueda morir al pecado y vivir a la justicia, para que pueda acercarse a Dios y para que pueda ser justicia de Dios.

Se entiende que por Adán entró el pecado al mundo. Ese pecado, que nosotros llamamos original, cortó la comunicación con Dios, y esa ausencia de gracia, nos hizo a todos concupiscentes, con tendencia al pecado. Entonces Cristo, el nuevo Adán, trajo salvación. Nos libró para poder hacer el bien a todos. Como lo indica 1 de Pedro 3:18 "Cristo mismo sufrió la muerte por nuestros pecados, una vez para siempre".

“Se simbolizó el fin de todos los sacrificios por el pecado cuando Jesús murió en la cruz. No solamente dijo "consumado es" (Jn. 19:30), sino también el velo entre el Lugar Santo y el Santísimo Lugar en el único templo judío se partió desde arriba hasta abajo (Mt. 27:51 Mr. 15:36; Lc. 23:45)”. En lugar de moralidad legal, Jesús revela la forma de amar, de honrar, en hechos. Además, como fruto de la cruz, se derrama a la humanidad el espíritu santo.

Jesús se hace hombre, y aquí hay una consideración importante, pues para entender quien es Dios, es necesario que lo divino se haga humano, y no que lo humano trate de ascender, y entonces Dios expresa todo su amor hacia la humanidad en Jesús, diciendo que el hombre es mucho para él, y que a pesar de pasar dificultades, vicisitudes, persecución y cruenta prueba, se puede permanecer fiel a Dios, se puede vivir en comunión con él. Así, él tenía esperanza de que Dios lo iba a resucitar. Entonces Jesús, aunque puede decirse que no estrictamente en la cruz, sino con sus hechos y palabras que lo llevaron a eso nos regala salvación. Es un camino de pedagogía divina para el hombre. Nos enseña a vivir, su amor, su carácter no esclavizador. Así pues, Dios nos llama a ser como Jesús (alter Christus, ipse Christus)


Isaías 53, 1-12 es muy revelador para nuestra fe; “ciertamente llevó el nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores, y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él fue herido por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados”.




Para más información puede consultarse: Rougier Louis. El Genio de Occidente. Unión Editorial Segunda Edición. Guatemala. 1971.

Para más información puede consultarse: http://www.sedos.org/spanish/ellacuria.htm

Para más información ver: Folleto ¿Quién fue Jesús de Nazaret? Vida y Obra. Facultad de Teología. Universidad Rafael Landívar. Interciclo 2008.

Se pone en boca de Jesús, las palabras de Jeremías al provocar la barahúnda del templo. Jeremías dice: vosotros matáis, robáis, adulteráis, oprimís al pobre y venís a la casa de Yahvé diciendo: ¡viva Yahvé que habita aquí!, ¡somos el pueblo elegido!, y convertís de hecho la casa de Yahvé en cueva de bandidos.

Información Disponible en: http://www.ccjesucristo.net/estudiospdf/LA%20MUERTE%20DE%20CRISTO.pdf

Información Disponible en: http://www.sanadoctrinaonline.org/Book%201/SDMTECRI.htm

1 comentario:

Erick Spiegeler dijo...

Me gusta, me gusta ese breve itenerario que sin dejar de lado la éstetica de la escritura se ha visto acompañada por el uso preciso y milimetrico de lenguaje bello.
Y quisiera agregar algo,la teodicea con respecto a la muerte de Jesús, no peude ser entendida con la teoría de la satisfacción, al menos creo que ya esta superada, de cauquier manera lo mejor será comprender el misterio de la encarnación desde un punto de vista atropológico: "Jesús es el hombre como Dios quiere que sea el hombre". De hecho Jesús fue igual a todos nostros menos en el pecado, no porque el ser humano no pueda salir triunfar ante el pecado sino más bien todo lo contrario, el famoso pretexto del creyente de justificar su conducta pecaminosa por la imposibilidad de actuar como Jesús por su naturaleza divina, sino porque Él es de hecho el primero que realmente ha sido humano y se ha hecho humano.