12 de marzo de 2012

El hombre del quehacer, ya no respira por sus entrañas sino por su obras que lo engañan


“El hombre no es un QUE, un ALGO,
o un MEDIO, sino  un QUIEN,
un ALGUIEN y un FIN en si mismo”.

La mentalidad del hombre de occidente se enfoca en su nivel de productividad, utilidad en correlación a sus quehaceres. Me refiero a que existe un influjo en nuestro pensamiento que nos lleva a valorizar al ser humano según su grado de utilidad, lo que termina por instrumentalizarlo y lamentablemente, cosificar al otro. El  problema consiste en que encontramos que el “ser” desde el punto de vista del Ethos del individuo  (carácter), lo situamos fundamentalmente en el “hacer”, es decir encontramos engañosamente que en los oficios que realicemos encontraremos la realización de nuestro ser personal.

Se escuchan expresiones como “te presento al doctor”, “él es el abogado famoso", "el hizo esto y aquello", "el estudio acá y allá", y diversas expresiones, lo que evidencia que basamos el “ser” de la persona  que se realiza conforme se hace, solamente por lo que hace, lo que es propio de una racionalidad utilitarista que basa la visión antropológica del ser humano lejos de su dignidad en su utilidad.


 


En el aspecto teorético, se evidencia  una correlación del ser más propio con el "estar" y no tanto con el hacer, es así que aunque dejara de “hacer” como acto, no dejaría de “ser”, sin embargo el “ser” existiendo no puede “ser” sin “estar” a la vez, indivisiblemente, para poder existir. Es así que el existir como siendo y estando nos hace plantearnos de nuevo en nuestra consciencia, lo que queremos hacer pero no para “ser” sino para promover y desarrollar nuestro carácter (Ethos), en donde se hace (realiza) el ser humano y donde se puede hablar del ser humano como el que se va haciendo.



Es frecuente escuchar la necesidad que tiene el individuo de estar siempre ocupado, ante la pregunta ¿como estas? Contesta presuroso el individuo, “bien..., ocupadísimo…  haciendo esto o aquello”, el estar bien de la respuesta, manifiesta la satisfacción del individuo por su vida atareada (activismo), se siente útil. Parece ser que nuestra utilidad es la que nos dota de valor como personas, “me siento útil” dice el anciano ante el inminente retiro. Ejemplo claro de esta visión que abarca todos lo espacios, se da en la empresa, en donde el concepto de profesional liberal a dejado paso irremediablemente al técnico que se ha convertido en un operario, una tuerca más del engranaje para producir en masa para fundirse en la masa. Los quehaceres y trabajos en definitiva son buenos, nos proporcionan un modus vivendi, es parte de nuestra trascendencia y excedencia (hacia el otro) en la inmanencia del ser, y el trabajo es más que eso, la subsistencia, el frijól y la tortilla de cada mañana, la necesidad biológica.

El utilitarismo repito, como corriente filosófica que impera en la actualidad, suele cuantificar solo los beneficios que produce una persona, suele poner números en el individuo y manejar estadísticas, lo que en una valoración ética, es decir entre lo bueno y lo malo, queda relegado para abrir paso a la valoración práctica del beneficio de las mayorías, siendo el individuo un número para la suma de un porcentaje que establecerá la mayoría, pero que en definitiva representa un punto porcentual.

Es importante que el individuo aprenda a balancear su vida, que el activismo que nos ocupa y convence falsamente, que es ahí donde encontramos nuestro ser realizable y que por ello nos distraiga de lo esencial, de nuestra esencia, para que empecemos a basar el “ser” más en el  "estar", no estático, sino en presencia y dinámico en el hacerse del hombre, el que vale por si y en si mismo, el que no demuestra su valía porque simplemente vale, en dignidad, sin demostración y utilidad. Es ahí en donde reconoceremos nuestro valor intrínseco y nos evitará la fatiga y el desgaste constante de tener que hacer por hacer, por metas escuetas que se premian con bronce, corto placistas, de "diplomado", que no escudriñan nuestros anhelos más profundo y por eso no los deja brotar, porque nuestros sueños aguerridos ya no germinan y sobretodo nuestro plan de vida, el proyecto al que hemos sido llamados en la múltiples posibilidades de esta vida, se desvanecen en tareas que caen en obras anónimas de la humanidad.

El ser humano no es número sino es un nombre, no es un hacer sino un realizarse, no es útil sino servicial, no produce sino crea, construye y estando esta siendo para él y para los otros, porque se dispone al encuentro sin artificios y malabares. No es el hacer sino en el estar como viviendo en donde se encuentra el ser por su esencia. 

27 de noviembre de 2011

Claridad de claroscuro que haora no me deja mirar, ahora más vale más "esforzar" por amar

Ahora que regreso me doy cuenta que me fui para dejar “nada” pero porque también es cierto que me fui para encontrar “Todo”, el todo amoroso. Pero aún me encuentro anestesiado, desubicado, descolocado… por mucho que me esfuerce a prestar atención, aún todo me parece indiferente, como la futilidad de la musa posando al desnudo ante el pintor apasionado, como el chico con el ipod en el metro, impávido ante el maremágnum de la muchedumbre pisoteando los pasillos del andén…. ¿Qué sucede? Que aún no logro despertar una ambición, esa que te plantea el mundo hoy que me causa desazón; tener hacer correr llegar salir entrar y nunca poder estar… parece más bien que no solo somos peregrinos de este mundo sino como turistas tratando de ver todo, empresarios viendo que ofrecemos en un mundo globalizado en donde nuestro hogar más frecuente se parece a un hotel 5 estrellas, en donde lo único familiar es la frazada de la almohada.


Reconozco que insertarme en este modelo tan comercial, mercantilista de la vida, en donde la diferencia de las palabras necesidad y deseo se pierden en sinonimia semántica, en donde hasta la muerte se vende más que a la ramera (bella) de la esquina, en donde le sale más oneroso literalmente caer muerto en un mausoleo…, y tantas cosas más, me plantea un serio reto de configuración, ya que puedo caer en obviar lo esencial, la imprenta que ha dejado esta experiencia/s en mi vida.

Se habla de crisis de sentido, búsqueda de nuestra ultima ratio, en el fondo no diferimos del hombre moderno que creyó encontrar el sentido del mundo, desentrañando el orden mecanicista del cosmos, al fin del acabo todo parecía tener coherencia, porque al menos el pertenecer el hombre como una pequeña parte de él, aunque sea una pequeña piececilla del reloj los hacía creer importantes, que incluso éramos capaces de construir un reloj suizo, cuando el mundo es ahora más que un misterio, o el periodo post moderno con la fallida y ya ratificada fe en el progreso. Los existencialistas, lo hinduistas, budistas, los cristianos, neoplátónicos, etc… (el hombre si acaso) todos reconocen cierta insatisfacción ante la dudas que nos plantea la vida, estamos en búsqueda, y mientras el pluralismo religioso pone en duda al monismo religioso según la versión de cada creyente, todo parece carecer de sentido. Lo cierto del caso es que hemos reducido la búsqueda del sentido de la vida, al coto exclusivo e individualista de la magia, las cartas, la astrología, nuevas formas de meditación, música esotérica, las dietas light, y otras “filosofías” de las frases hechas a la medida, etc… pareciera que todo es relativ,o individual e irracional. En fin que tan solo bastaría simplemente sentarnos en un “templo”, en “tu hogar” y callar, permanecer, acallar al ritmo estrepitoso de la vida callejera, y dejar fluir nuestra parte más íntima, justo ahí donde confluye en su centro el alma el cuerpo y el espíritu, dotándonos de insospechadas fuerzas centrifugas que se abren a infinitas posibilidades de encuentro con los demás, ahí donde surge el místico, el indiferente pero siempre pendiente, no el enajenado ni el egocéntrico, sino el místico, no el racionalista empírico, ni el fiel laico determinista, sino el hombre integro, pleno, en una visión adualista, que busca su centro o su punto en donde se parte al centro de la espiral, cada vez más hondo y más profundo y a la vez humilde y sencillo.

Pues bien finalmente el reto consiste en insertarnos a un mundo o más bien al esquema occidental de la movilidad ascendente, de la escalera del “éxito”, principalmente porque de algo hay que vivir, los bienes apra nada desdeñables pero en su justo lugar… pero sin que está vorágine vea mermada mi libertad a tal grado que lo descubierto en estos último meses de mi vida, -en cuanto a lo más fundamental y esencial de mi vida- se entreteja en un filigrana armónica de lazos filiales, de paz y amor interior que se desborde constantemente hacia al exterior. Porque al final lo mudable… cambia pero lo esencial no solo permanece sino prevalece.

Expersigeré homo! Quia pro te Deus factus est homo (¡Despierta hombre! Pues por ti Dios se hizo hombre) Sin extremos, no te vayas del punto A al punto B, busquemos el punto ecuánime de la balanza sin olvidar la radicalidad del amor… La única de medida del amor es amar sin medida (S. Agustin). No hay que morir de amor sino vivir por el amor.

13 de noviembre de 2011

“La vida te regala siempre, una segunda oportunidad”, concluíamos hace exactamente una semana (de esto hace un mes) con mi colega Carlos, insertos en el vagón de un metro, en una cuasi exacta locación. Y hoy, una semana después mientras volvíamos al mismo tema, en esta ocasión le ratificaba que en esa misma mañana, la vida me había regalado una segunda oportunidad, tanto me resultaba curioso, que me podía imaginar al azar estar confabulado con el espacio y el tiempo, y parecían reírse en sincronía al momento en que nos percatábamos que aquella afirmación acontecía nuevamente en mi vida, un deja vu providencial si se quiere…



Recordará estimado lector, aquel “post” que titule “De cara con Dios – Darse de bruces con la realidad”, en donde apuntalaba con duras palabras al final del mismo, sobre ciertas cosas que me arrepentía no haber realizado en mi vida; una de ella había sido la de no intercambiar mi zapatos con aquel rumano renco que mendigaba en la acera de una calle. Pues bien, hoy, en circunstancias poco probables, la vida me regalaba una segunda oportunidad en el encuentro con aquel hombre. Nunca mejor esta frase pronunciada hace una semana, que abigarraba una intuición, -allende a la común experiencia que nos muestra la vida-, porque no me dejará mentir y mucho menos se atreverá a negar que nunca le ha pasado, “eso de que la vida nos regala segundas oportunidades…”, estas que se encuentran concatenadas al infinito de las causas, de las ínfimas y remotas posibilidades de que te sucedan otra vez, pero que sin razón y de hecho simplemente un día se dan. Igualmente no creo que la vida tenga recato en concederlas. Incluso en el plano de la fe me consuela saber que siempre tengo segundas oportunidades ante mi errático y vacilante proceder ante el Dios de la vida... el que me salvo y me dio la vida.

En concreto ¿en qué consiste la afirmación de que la vida te regala segundas oportunidades?
Tener una segunda oportunidad la defino como la posibilidad futura, aleatoria y estadísticamente poco probable, que a la luz de la reinterpretación de un evento pasado en donde no hiciste algo que hubieres querido realizar... incluso retroceder el tiempo, pero que en el futuro sin buscarlo, se nos presente una segunda ocasión que nos permite esta vez realizarlo y reivindicar nuestro querer. Por ejemplo, siempre recordare aquella tercera oportunidad que me regalo la vida de encontrarme aquella mujer hermosa, que en el primer round que me dio la vida, ni siquiera alcance interceptarla con una mirada, en aquel restaurante, en una noche x, hace x tiempo. A la que “casualmente” me encontraría una semana después en un lugar al que yo  recién comenzaba a asistir. Aquella dama que vivía a menos de un kilómetro de mi casa y había permanecido en el anonimato de mi consciente por casi 20 años de mi vida, de su vida. Pues bien esa segunda ocasión que también desaproveche, -aunque había jurado solemnemente no volver a desaprovechar si la volvía a ver-, La vida me dijo ¡Y toma! una tercera…, en la que siéndole franco, ella ayudo suavizando el encuentro primero con una leve y sutil sonrisa, que provoco un estado de abobamiento que me dejo sumido por largo rato a la impotencia de mi débil voluntad, simplemente apabullado por su belleza…, pero después de analizarlo y antes de salir del lugar me acerque y me lance a pedirle su teléfono. Admito: que podía perder si al día siguiente partía de viaje… eso definitivamente me ayudo. Pues aquella muchacha resulta una prueba más, de las múltiples ocasiones en que la vida se reía de mí, concediéndome la oportunidad.


Y ¡Hoy! nuevamente la vida me regalaba una segunda oportunidad, cuando vagando por las calles de Valencia me tope con aquel buen hermano, -el rumano a quién la semana pasada no le intercambie los zapatos quizás por miedo al que dirían mis compañeros-, lo encontré mientras se desplazaba desaliñadamente con sus dos piernas invertidas, en la torcedura de sus pasos trastabillantes… pase a su lado y deposite mecánicamente una moneda en su mano y continúe mi camino, todavía en ese momento, no me había percatado que esta era una de esas segundas oportunidades. “Ding, ding”, me resonó la campana y se me prendió el foco, ahora es cuando, a intercambiar los zapatos me dije. Oh sopresa la que me lleve cuando paradójicamente me percate que sus zapatos estaban en mejores condiciones que los míos, lo que me parecia un truque injusto, por lo que continúe mi campante camino, ya con la consciencia tranquila…, en lo que caminaba trataba de desentrañar lo que aquel furtivo encuentro me trataba de decir, mi andar como carretilla que se atasca en las piedras…, daba un paso, dos pasos, retrocedía uno y me saltaba dos, pero me detuve, volteé la mirada y ya no lo avistaba…, finalmente vi con claridad de pensamiento lo que significaba aquella interrogación de que si no soy capaz de intercambiarme los zapatos con un mendigo, ¿Cómo iba a ser capaz de "ponerme en sus zapatos"?”. Y me di cuenta que en ese momento debía entenderlo a la inversa, es decir, tenía que aplicar el sentido metafórico de las palabras y la única forma de “ponerme en sus zapatos” era buscar entenderlo, era escuchar su historia, era pasar de ser un desconocido a un hermano conocido, era sentarme y dialogar. Por lo que con toda naturalidad del caso me acerque y lo invite a desayunar conmigo.


Que descubrí de este hombre… No voy a contarles su historia para que se compadezcan, la verdad una historia dura, sin embargo no sentí ni lastima ni compasión, simplemente me sentí con un hermano platicando, entre su español machacado e italianizado y mi parlato italiano inventado, en el momento en que saco el tema de Dios, sugerido por él al ver mi libro de lectura bajo el brazo, solo bastó a lo que la palabra como signo intenta expresar lo inefable con un “uh/” gutural, él lo manifestó con un gesto, con el dedo apuntando hacia el cielo, con eso basto, estuve tentado en arruinar el momento e iniciar una predicación de esas por las que me caracterizo, pero se trabo mi lengua y como un niño imitando reproduje su gesto señalando hacia el cielo…, el silencio que vino después se prolongó ante mi perplejidad, estaba aprendiendo a hablar el lenguaje de Dios, el del amor, el del místico, en definitiva el mendigo lo hablaba mejor que yo, con más libertad, ¿Quién era yo sino un mendigo como él? ¿Mendigos hermanos en el amor? Errantes y tratabillantes, rogando por un par de monedas al creador.


Por eso te doy gracias Rumika, si de paso nos cruzamos en las puertas del cielo y ya estando seguramente vos del otro lado, recuérdame cuando te pida tu intersección con San Pedro para que me dejen entrar, porque “bienaventurados los que mendigan en la tierra, porque serán los herederos en el cielo”. Así es mi amigo Lázaro espero nunca caer en actitudes del rico Epulón, ya que soy yo quien mendiga con palabras la riqueza que ya hay en tu corazón.