14 de junio de 2008

UN ESTRUENDO EN EL PACAYA

Se escucho un grito. -¡Cuidado! Nos advertía un compañero que observaba perplejo como una roca de tamaño considerable rodaba pendiente abajo hacia donde nosotros no encontrábamos. Di caso omiso, se me presentaba como barullo al contemplar el paisaje que se nos presentaba 360º en el horizonte, simplemente no podía creer que nos encontrásemos a una hora y media de la gran metrópolis de la Ciudad de Guatemala.
- Mi compañero, con quién habíamos bromeado lanzándonos rocas de tamaño considerable durante la travesía, dotado de gran valentía no equiparaba la magnitud del peligro sino la emoción que le causaba encontrarse a más de 2500 metros y me insistía:
- Debemos continuar, la cima esta cerca.
Yo por mi parte me encontraba totalmente desanimado, mi cuerpo estaba exhausto, y mi mente empezaba consensuar lo mismo. Pero, cual fue mi sorpresa al encontrar a una niña de no mas de 5 años que venia pisándome los talones con gran coraje y decisión, que al terminar de ascender hasta la cima fue recibida con un fuerte aplauso, estoy seguro que la pequeña nunca lo olvidaría, al menos yo no (¿Cómo nos marcan los acontecimientos sobrecogedores de otras vidas?)

Ni el frió, ni el inminente peligro de estar a menos de 20 metros del cráter, en donde el volcán enérgico y portentoso reclamaba su poderío, expulsando fragmentos y gases tóxicos, nos impidió sentarnos a degustar los sagrados alimentos, con un grupo no muy numeroso pero, eso sí, dotados de un gran espíritu de aventura. - De repente, todo se paralizo, nadie digo nada, el viento ceso, y el frió ni se movió, hasta el volcán cayó su disgusto, y fue entonces, cuando todos aprovechamos para agradecer al Señor, ya fuera con una pequeña oración o una leve plegaria o con una suntuosa sonrisa, ya que era suficiente para describir el fulgor que cada uno de nosotros estábamos experimentando ante tanta belleza, gracias al alfarero.

- Cuando empezamos a descender, me pude percatar que ya nadie levantaba su mirada hacia la cima del volcán, era como que si todo hubiese quedado en el pasado, ya hace mucho tiempo. Todos tenían presente que aquella tarde poco común, marcaría sus vidas, pero de una forma muy peculiar, ya que nadie nunca jamás voltearía su mirada al pasado, sino esperaría quizás, al siguiente año, regresar y conquistar la cima que tanto nos había maravillado.

Y fue entonces cuando me percate que mi amigo del alma, ya no se encontraba conmigo. - Organizamos una búsqueda exhaustiva y nos dividimos por grupos. -Unos abogaban que ya se encontraba abajo, otros que se había desviado del camino y yo, inspirado por una brisa de intuición me dirigí de nuevo a la cima.

Estando parado en las olas de grava, que habían sido dibujadas por los cinceles de la lava ardiente del pretérito más presente, antes del ultimo ascenso, observe a la lejanía la silueta de un cuerpo masculino.-No me cabían dudas, era él.-De manera extraña extendía sus brazos en actitud de entrega.

Decidí continuar y alcanzar de nuevo el pico más alto, me encontraba más cansado que nunca y mis piernas no daban más.- Pero aquella tarde yo era el único que realmente no podía dejar el pasado atrás, y con ímpetu logre llegar al final, por segunda vez consecutiva. -Me causo gran sorpresa, no encontrar a mi compañero allá. - con gran sobresalto observe una cadena de oro de donde pendía una cruz y mil pensamientos me vinieron a colisión. Me centre en uno en particular, recordé sus PALABRAS: -Amigo, compañero, hermano, en mi vida he cometido muchos errores, y sin arrepentimiento he quedado, pero es aquí que me doy cuenta, si he de morir que sea en gracia, y en este volcán..., en aquel momento le respondí con una carcajada. - Lo conocía y era un bromista nato que hacía reír a todos.- Una lágrima corrió por mis mejías, maldije al volcán y este guardo silencio en nota de duelo.- el viento movía como un péndulo aquel crucifijo colgado de un palo, me acerque y pude leer en lo que se asemejaba a un epitafio:

"la vida es una pendiente que nunca termina, y aunque te encuentres en la cima, vuelves a empezar; no son tus logros sino la alegría de esos logros, no es la meta sino el camino feliz hacía esa meta, no es el cúmulo de conocimiento sino compartir ese conocimiento, no es conocer el destino sino seguir el camino. Y recuerda siempre habrá un volcán en tu vida, de ti depende subir con tristeza o con gozo y alegría".
Erick Rodrigo Spiegeler Herrera

No hay comentarios: