30 de septiembre de 2011

Orar I - No hay amor donde no hay comunicación

"¿Cómo puedes llegar 
a conocer la voluntad de Dios 
si no eres amigo suyo?"
S. Agustin

De las definiciones más irónicas y curiosas que escuchado sobre la oración, que seguro no se me hubiere ocurrido a mí, ni en mil años, nos la proporcionó recientemente un fraile Agustino Recoleto que dirigía unos ejercicios espirituales en el convento de Marcilla, quien ante un auditorio de 30 y pico de frailes, preguntaba, así de manera tajante: “¿Nunca os habéis aburrido frente al Señor?” Ante nuestra expresión de sorpresa,- como quien frunce el ceño antes de… [algo curioso], continuó su explicación: “Si, así es, sentarse en la capilla, y dirigirse a él: -bueno Dios aquí estoy para aburrirme contigo si es necesario.”. Puede que al principio les cause sorpresa, pero díganme ¿Quién de todos nosotros nunca se ha aburrido frente a un amigo, quizás pidiéndole  a Dios internamente para que se callaré-, o simplemente con conocimiento de antelación y concertadamente aburrirse pasando el tiempo con un buen amigo? Pues bien, en mi caso particular creo que nunca se me hubiere ocurrido que incluso aburrirse frente a Dios está bien, chévere…, no creo que al “chief” le moleste… ¿O sí? Bueno respeto al que opine lo contrario.
Pero el colmo no acaba aquí, hay otros más “cínicos”, que quizás le pueda escandalizar, a quienes les parece bien que su mejor trato con Dios en la oración, se manifieste con ronquidos, es decir, echarse un pestañazo en plena oración, un buen cuaje, al buen chapín. Bueno… ni más ni menos que a la santa, Santa Teresita del niño Jesús, quien en uno de sus manuscritos nos dice: “Yo creo –escribe- que los niños pequeños gustan lo mismo a sus padres cuando duermen que cuando están despiertos” (Manuscrito A). Menuda excusa la que se le ocurrió, me imagino que no le molesta identificarse con los niños…. Pero dejando de embromar la cuestión, es muy cierto, a Dios la verdad, goza con nuestra sola presencia y es poco exigente en cuanto a la forma y las fórmulas que empleamos para dirigirnos a él.

De que manera puedes mostrarte a Dios sino transparente, como eres, y en definitiva como él te conoce, lo demás sería como acudir a una cita con diplomáticos, guardando las formas y usos del protocolo. Pues bien, Dios te quiere translúcido, auténtico, que es un bien tan deseable hoy en día en donde abundan las máscaras y falsas apariencias.

Regresando, vuelvo y repito: parece que aburrirse frente a Dios está no sólo muy bien sino estupendamente bien. Incluso el no hablar es a veces más recomendable. Cuenta el santo cura de Ars, una bella historia, veámosla:
Cuenta que: "Un campesino llegaba por las tardes a su iglesia, se sentaba y no decía una palabra, ni tampoco hacía ningún acto, rezo, lectura de un libro o devocionario o algún devoto movimiento especial.

El párroco curioso le pregunta: disculpe, pero estoy intrigado por sus visitas al templo… ¿Qué le hace venir todas las tardes? ¿A qué viene, si no lo veo rezar, ni arrodillarse, ni hacer ningún gesto o acto especial?
El campesino le mira y con humildad le dice: Mire, yo vengo todos los días a ver a este Cristo y no sé qué decirle, entonces yo lo miro y él me mira ... eso es todo..."
¡Estupendo intercambio! ¡Magnífica definición! En esas siete palabrejas diría que se resume todo:

“YO LO MIRO Y ÉL ME MIRA”. 

Eso es orar, pa´ que más. Cual mendigo que se acerca a la fogata, solamente a verla que aunque pueda aburrirle el solo estar, con el solo estar basta para calentarse.


Continuará...

No hay comentarios: