7 de febrero de 2009

La Virtud de No Leer


“Quien lee muchísimo y casi todo el día, y en los ratos libres descansa con pasatiempos que no exigen pensar, va perdiendo paulatinamente la capacidad de pensar por cuenta propia, igual que alguien que monta mucho a caballo termina por no saber andar. Tal es el caso de muchísimos eruditos: se han vuelto tontos a fuerza de leer”.
Arthur Schopenhauer

Cuando se trata del libro, de un libro, de cualquier libro, existe para casi todos, una especie de idolatría. (¿ librolatría?) y solamente pueden decirse cosas elogiosas de este, no por su contenido sino por su condición. El padre de familia, el profesor, el ministro de culto, ensalsan el hábito literario como virtuoso, como liberador, y a veces como medio para evitar el sufrimiento. Alejándome en esta ocasión de esas posturas, respetables pero sesgadas, me atrevo hoy a decir que no todo es amarillo (como la luz del sol) en el libro. Tiene sus tonos grises. Y el hecho es que leyendo no necesariamente se piensa, y ser ávido lector, no significa pensador. Después de todo, el libre pensamiento, para ser libre, no puede partir de nada “dado”.
Aunque me considero lego en todas las ciencias de la psique, puedo decir por experiencia propia, que a veces es difícil pensar cuando alguien ya pensó en el mismo objeto, expresó tal pensamiento y propuso un camino. En una especie de truco visual, la idea propuesta, esconde los otros caminos, que solo se visibilizan para el que hace un esfuerzo personal, escoge un foco, y decide meditar sobre otras posibilidades. Así que puede que la imaginación no se gane en los libros, sino sea una conquista personal. No hay letras, no hay Schopenhauer, no está Platón, ni mariguana. Para ofrecer soluciones novedosas, es necesario alejarse de lo que se leyó, y en la medida en que sea más, se dificulta más. De libar y libar lo que otro pensó, que es en esencia la lectura, no necesariamente se extraen nuevas soluciones, sino que solamente repetimos lo ya dicho; y peor aún cuando reverenciamos al autor: magister dixit y se acabó. Así que es tiempo de pensar, no de leer, no es igual, y si se quiere; enriquecer el acervo cultural, pero eso es otra cosa.

Christian González.

Ps. Actualmente se recomienda por expertos en pedagogía que se enseñe a los infantes a leer a eso de los siete años, ya que los lectores precoces ultiman su imaginación.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Totalmente de acuerdo, lo apasionante de un libro no es encontrar un nuevo camino sino que el autor te evoca el camino que ya te habías planteado y reflexionado, más de una ocasión. Identificarte o no con el autor, tomar elementos nuevos, posturas no pensadas e incluso el error de su pensamiento. De cualquier forma para leer un buen libro sin buscar ser adoctrinado, sin repetir las palabras del autor, primero tenes que conquistar el conocimiento a través del arte de pensar, un don gratuito que desde el pobre hasta el más rico y desde el chico hasta el viejo no pueden excusarse de hacer. Y que no me repitan que eso ya lo digo Aristóteles o Séneca, que me llevan miles de años de ventaja, por eso prefiero aprender a pensar y cuando crea haber conquistado el mundo de la razón en una "gran" parte, me reunire con mis amigos los "pensadores" que me precedieron, para compartir una tertulia de los temas que tanto nos gustan, la única desventaja de ellos es que no tiene derecho a replica, solo hacer encomiados o a ser humillados por nuestras críticas.

diego dijo...

talvez el título podría ponerse así: "la virtud de no leer LO MISMO".

Pero estoy de a cuerdo, el conocimiento práctico es demasiado importante.

Erick Spiegeler dijo...

Lo vuelvo a leer y me parece nuevamente acertado. Hace unos días me coloque en la observación metafísica del ser según la categorías de Aristòteles, a fuerza de preguntarme repetidas ocasiones, logre emancipar mi pensamiento direccionado y sacar nuevas conclusiones, al fin del acabo la filosofía que no te sirve para la vida no te sirve... A la virtud de no leer agregaría la virtud de no hablar, como los sofistas

Erick Spiegeler dijo...

Ojo que al leerte he contradicho mi argumento, mi dialéctica, por eso agrego la virtud de no entrar en dialéctica, en la lógica lapidaría, en la violencia verbal, en la discusión sino en la comunión de pensamientos.