14 de agosto de 2011

Reivindicando una espiritualidad a la altura del hombre

“El servir a los demás única y exclusivamente desde el aspecto religioso, implicaría en un encuentro o guía no solo espiritual, sino con toda la persona, en todos los aspectos. Si el éxito de Jesús, o lo que tanto impactaba en la vida de los demás (la mujer adúltera por ejemplo), era cuando entraban en contacto directo con las persona, era precisamente que les hacía ver su dignidad, se ponía a su altura si estaban tirados con trapos sucios y tratándoles como uno igual les devolvía su dignidad. No se trata de pregonar una dignidad como proposición dogmática, por eso no se trata de demostrarle al otro su dignidad en el pasado como creatura de Dios o su dignidad escatológica como futuro resucitado sino su dignidad actual como hijo de Dios, la que abarca toda la persona humana en toda su complejidad y problemática. Me refiero simplemente a que no podemos cerrarnos a dar una guía o un consejo espiritual, si no primero nos abrimos a la persona actual para devolver su dignidad actual, que no está en la palabras, sino en todo nuestra expresión corporal, mirada, gestos, contacto y cercanía. Hay por ejemplo mujeres tan minusvaloradas y de tan baja autoestima (feas y bonitas), que con solo mirarla directamente a los ojos , puede parecerles una novedad que les devuelva su dignidad… En fin hay que correr el riesgo… incluso de que te confundan”.



Se agacha, a su altura, a su nivel


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