9 de agosto de 2011

Día 10 - "SILENCIO que escucha mi silencio y me habla". “Para poder recibir lo que te falta es necesario que te vacíes de lo que te sobra” (S. Agustín).

Déjeme contarle estimado lector, algo puedo decirle con seguridad, dos cosas predominan en el convento, los libros y el silencio. Ya el que me conoce bien sabe mi predilección por lo segundo y el miedo infundado que me entreveía en el primero. Y bueno no es ajeno a muchos, que en general los religiosos y sacerdotes sean personas cultivadas en la letras, dejando de lado, por si acaso, a quienes -en sus ideas- creen que se debe a una especie de compensación para el célibe, quien dejando de lado las caricias tiernas y dulces de una mujer pasan el tiempo a páginas y páginas que acarician sus ideas, de ninguna manera y viene al caso, ya sabe usted, con tantas campañas de desprestigio por quienes eso de la fe le parece de seres inferiores e irracionales. Recuerdo un acontecimiento anecdótico de un amigo quien al preguntarle a la chica con quien estaba saliendo, si creía en Dios, esta le contesto que sólo los monos creen en Dios. Si supiera que es propio del ser racional plantearse las cuestiones escatológicas de la existencia, no hubiese quedado como un mono.


En fin hay quienes eso de la imitatio Christi (seguimiento de Cristo) como llamado de vida para dar vida a los demás, les parece sencillamente irracional, absurdo. Bueno eso sí, si y solo si, no sobrevienen las dificultades de la vida. Ahí aflora eso que llamo yo,-derivado del "instinto espiritual", como lo es el instinto animal para la supervivencia física-, LA FE, que en una de sus facetas, es el instinto de supervivencia del alma.


Disculpe si divago y me explayo… Continuo. El silencio como silencio, ese que nos da pánico muchas veces enfrentar, nos confronta con el interior. Bien decía mi estimadísimo hermano P. Axel: “ordena lo de adentro para que se ordene lo de afuera”, también a manera de retruécano funciona a la inversa, "Ordena lo de afuera..."


Déjeme rumiar la palabra, Silencio, si-len-cio… ¿qué es el silencio? ciertamente no es ausencia de sonido, pero sí de ruido, de distracciones, de bullicio externo para poder escuchar el barrullo interior. Dicen los sociólogos que actualmente la vida agitada del hombre de occidente difícilmente deja pocos espacios para esos momentos tan necesarios de silencio. Puntos de inflexión en la vida, de retiro, de meditación, de cuestionamiento, de reflexión, de oración y de verse simplemente, desnudos ante sí mismos, como pararse en pelotas frente un espejo (por si acaso no soy "naturista", de esos que les gusta empelotarse en la playa o de los de la "ultra derecha naturista", que ya van a pasar proyecto de ley para penalizar el andar vestidos en verano, tampoco me opongo, siempre y cuando no anden amagando con sus genitales. En realidad les aconsejo que en ese sentido lo países del tercer mundo quienes les llevan siglos de ventaja, sobre todo los pueblos tribales del África central, les brinden asesoramiento en la reivindicación de sus derechos naturales).

Haga el ejercicio, dese la oportunidad de asimilar cada parte de su cuerpo, a integrarla al todo de su persona, armónico en su singularidad amorfa, en su simetría asimétrica, a aceptar su persona. No pretendo darle un discurso de aceptación y autoestima, si usted quiere vivir toda su vida en la negación corpórea, yo solo le recuerdo que vivir es una afirmación positiva de la existencia, aunque parezca una aporía, una redundancia.


Pues bien, lo mismo es al espejo, el contemplar al cuerpo, lo que el silencio es, a desentrañar el alma. No tenga miedo y observe detenidamente, si lleva mucho tiempo de no hacerlo, quizás encuentre salpullidos, manchas y suciedad, pero así como en un espejo al verse suciedad, puede localizarla y sanearla, lo mismo con el interior. Porque lo que queda después de limpiarse es usted simple y llanamente, sin añadiduras que le resten, es su "esencia", esa imagen y semejanza con Dios, (en el amor y la libertad consiste el ser dioses). Ciertamente puede ser un proceso doloroso, pero es la única manera de crecer, de madurar y aprender a ser cada día más y mejor persona, si que calle o más bien hable mucho pero a solas.

Déjeme compartirle otras líneas sobre el silencio:

"No es ninguna novedad descubrir que el silencio es muy a menudo más comunitario y unitivo que la palabra. En este sentido, toda la experiencia mística es, paradójicamente, participativa. Nada hay más visible que los pensamientos recónditos de un corazón amoroso, viene a decir un proverbio chino. El silencio no es la contradicción de la palabra, no es la No-Palabra, sino la ausencia de la palabra, su origen, como afirma un Padre de la Iglesia comentando la Trinidad, diciendo que del Silencio del Padre nace el logos, la Palabra."(Pannikar).

Dejeme decirle que el silencio lo convertirá en un místico, ayudándolo a despertar su ser espiritual para perfilarse a la trascendencia, regresando a su punto de origen... Inténtelo, no calle para si sino para los demás, en su interior hable todo lo que quiera y deje que le hable.


Y con respecto a la existencia de libros no al hecho mismo, sino a la razón del gran número, baste con citar a Santo Tomas de Aquino quien nos dice: "Tímeo hóminem uníus libri", "le temo al hombre de un solo libro". Suelen ser estos los fanáticos, absolutistas, monistas, cerrados y por supuesto los “ignorantes de los otros libros”. Por eso en el convento hay muchos libros, todo tipo de libros... para cómo me decía mi buen amigo Checha:“Tigre tigre, saber más para servir mejor”.

Como lo aburri y me siento culpable, le comparto una bella canción:

No hay comentarios: