8 de agosto de 2011

Día 9 – La mala hierba nunca muere... purficar los afectos para ser cada vez más libres


Como bien dice Carlos, “es que vamos esto es una verdadera delicia…” Otro día de trabajo en la huerta, ya con el sol abusivo sobre la cabeza anunciaba un día de trabajo duro y acucioso.

- "¿Qué dirían de mi en Guatemala?" Entre sorpresa y sonrisa de quien se lo imagina, me preguntó mi Maestro formador (P. Jiovanny, hijo del altísimo, porque sino no se explica sus más de 190 centímetros de estatura). Y me dejo pensando de lo que yo estaría en realidad pensando: “de la rúbrica trazada con una pluma…, de aquel símbolo representativo de mi nombre…, dotado el trazo en si mismo, de una fuerza compulsadora que ni el más avezado en la leyes se atrevería dudar… De ese poder abstracto que dota a todo documento firmado por un Notario, que trasunta de veracidad…, y sobre todo, para la mayoría, lo más importante, lo que de ese trazó de tinta seguido de un sello con tu “prolífico” nombre guindado orgullosamente del "Abogado y Notario" abajo, que tiene como resultado, el cobro de los honorarios, el billete ( ¡billete billete billete!)… A cambio de pasar a coger un arado, una carreta, y pintar de cayos los dedos, acompañados del sudor de la frente, midiendo las ganancias más bien en la intangibilidad de los bienes para el espíritu…, pareciera una tontería en cuanto al costo de oportunidad, en cuanto al lucro, en cuanto a la lógica de movilidad ascendente que te plantea el mundo como camino del éxito y realización”. Pues bien, lo primero significa en gran medida llenarse la boca de vanagloria, repito vana - gloria, separado. Y lo cierto del caso es que en realidad hoy, de no estar aquí estaría trabajando, no le voy a mentir, no como jurista sino como “güizache” en una cola de la SAT (Institución recaudadora de impuestos), con mucha suerte en una silla desvensijada, leyendo literatura tratando de sortear la monótona realidad desapasionada del leguleyo, sino pregúntenle al jurisconsulto Christian González (compañero 1er lugar de mi promoción, con quien estaría compartiendo oficina en las instalaciones de su bufete jurídico), quien entre resolver casos y asesorías jurídicas (léase colas en instituciones públicas y alegatos que para darse entender con el servido público de turno empiezan con el “puchica usted”) se refugia en ese recinto que llaman otros más orgullosos llenándose la boca, “Mi Bufete”, acompañado de música de Mussorgosky esperando que de manera insospechada se aparezca Carlos o Rolando Tzalam (12 años aprox.), quienes llegaron un día ofreciendo sus servicios para lustrar zapatos para luego convertirse en amigos y compañeros “del vaso de leche por las mañanas” y Christian para ellos, el padre que nunca tuvieron, quien se ha encargado de animarlos al estudio con incentivos para mejorar con sus notas de escuela, y muchas cosas más que no debo reconocerle yo sino el Padre que está en los cielos.

Bueno quizás en ese panorama estaría muy bien acomodado, jugando un rol de abogado de los menos afortunados… y también podría pintar el rol, por qué no, del abogado adinerado. No es mi intención desprestigiar la labor del BUEN ABOGADO (CON MAYÚSCULA Y EN SU DOBLE SENTIDO) y del gran bien que se puede hacer en esa vocación profesional, pero para mí, qué más da, hoy me toca lo que me toca vivir, cargar con la podadora y gozármelo, el trabajo que dignifica para que un día pueda decir como San Pablo, “yo les presente un evangelio gratuito, para no ser una carga entre ustedes”(parafraseando).

Pero dejeme decirle y repetirle, realmente me goze el sudor en la frente, la inminente fatiga que se asomaba y aunque el trabajo no fue agotador y termino acompañado de un zumo de naranja y una ducha fría y despabiladora, me alegro haber contribuido con ese huerto y limpiarlo de la mala hierba, esa que nunca muere, pero que con nuestro trabajo honrado, justo y bien ganado, la vamos diezmando, rebajando a su justo nivel, para que no estorbe en este mundo sediento de bien, para ir despejando el camino y dejar que la tierra fértil, llena de hombres y mujeres de bien, siga dando sus frutos.

Ya no aburro con tanta verborrea, por eso término pero no sin antes compartirles una bella prosa, de un sentimiento compartido, en palabras de mi hermano Carlos (religioso, seminarista y hermano mío):

"Y otro paso más

Publicado el agosto 6, 2011 por frcarlos

Los días se han ido volando desde que llegué aquí. Debe ser que entre la nostalgia de la partida y la alegría de la llegada, aunado a las distintas actividades que uno realiza diariamente, han hecho que el tiempo se vaya volando. Yo particularmente lo he disfrutado porque me he permitido dedicarme días, horas, minutos e incluso segundos para mí y para mi reconocimiento. Eso es algo de lo que me siento privilegiado y hasta agradecido, tomando en cuenta todo lo que sé, se tiene que mover el mundo hoy en día. Además, como no tengo nada que perder, sino mucho que ganar, la verdad es que en el fondo, he podido crecer un poco más: conocerme y hasta humanizarme. Podría hasta decir, quererme, pero de modo sano, no egolátrico o ensimismado. Que bueno la verdad, que bueno poder caminar, y sentir que voy dando pasos. No es posible detenerme ahora, no puedo, aunque quiera por momentos, y aunque la vida misma a veces me impulse a ello. Es tiempo de crecer y tiempo de sembrar; tiempo de amar y tiempo de añorar; es tiempo de atarse a Cristo y de soltar las amarras que a veces me unen al mal: el egoismo, la soberbia, la vanagloria. Puedo andar…sí, si que puedo andar…"

 



2 comentarios:

Un hermano dijo...

Gracias sea dadas a Dios por la podadora que tanto nos enseña jejejeje...a otros le da el pan y a nosotros mas que el pan un nuevo sentido en nuestra vida...bueno consejo a nosotros todos. Muchas Gracias! creo que yo tendria que ir mas veces a la huerta o al jardin..., me haces pensar, sabes!

Erick Spiegeler dijo...

Gracias sea dadas a las oportunidades que nos da la vida de administrar la tierra que Dios nos da, para trabajarla y hacerla dar frutos y que mejor si se combina con los frutos que dan la vida eterna.