13 de agosto de 2011

Día 8 y 12 – “Estamos en Camino de la unidad, teniendo como punto de partida la diversidad” (SERM 284, 4; San Agustín)


Finalmente me he decidido dejar constancia de aquel día 8, que únicamente el asiduo lector pudo darse cuenta había omitido, no por falta de tiempo o tan siquiera por una prelación en importancia, como pudiera suponerse, sino simplemente que cuando se trata hablar de momentos alegres, los recuerdos quedan frescos y las palabras que se remontan al acontecimiento fluyen como el viento.

Y es que cuando se trata de hablar de convivencias, se habla de personas con los que con- vives y te permite conocerlos y que se de ese verdarero encuentro con el otro, " sin un tu no hay un yo"(Bubber), lo cual tiene sentido para nuestro yo siempre en referencia, para descubrir en el otro, un hermano…

Dejando de lado mis ánimos de filosofar en una simple narrativa..., y por si acaso para situarnos el tiempo, esto aconteció el pasado domingo. El mero mero día, en que nuestro hermano más veterano -cronológicamnete más no en ánima y jovialidad- le celebrábamos la efeméride de su nacimiento de aquel ya remoto año de 1926. Y que mejor fue celebrarlo en el fuero más íntimo de nuestra comunidad de frailes del Seminario Santo Tomás de Villanueva. Dejeme contarle que ya las bromas que habían acompañado nuestras comidas durante toda la semana, iban anunciando y conminando sutilmente al P. Felix (71 años) a invitarnos a un opulento banquete. Por lo que ese día, cuando todos prestos y dispuestos en la hora acordada (1:00 pm), nos dirigimos para un Buffet de comida en un restaurante de buena pinta a un precio asequible, de esos restaurante que lo consumidores oportunistas recomiendan por “bueno, bonito y barato”. En efecto con cervecita en mano brindámos con Murizabal por su cumpleaños, a quien el apetito se mantiene, equiparable a sus años de buen mozo, ese que no le hace feo a nada “ni a nadie”.

Y Bueno, he de confesarle que para mí el compartir me resulta sumamente gratificante y más en aquella mesa en donde la diversidad y la pluriculturalidad de los comensales constituye una verdadera riqueza, los más mayores se convierten en grandes enciclopedias de consulta,  sabios consejeros y sobretodo este grupo de religiosos y padres que significan para mi un verdadero testimonio de vida entregada en el servicio de los demás... Dejeme contarle con mayor intimidad sobre el cumpleañero, quien vivió la guerra civil española unos años como capellán, fue provincial agustino recoleto (máximo puesto jerárquico) de la Candelaria y del que apenas comienzo a conocer toda su historia y recorrido, pero que me es admirable observar como cada mañana al despertar, asiduamente baja a su oración matinal ante el sagrario, desayuna, coje el asadón, suda las gotas del trabajo duro y continua sonrriente, jovial, humilde, actitudes que me han servido para comprender aquellas palabras de Jesús:

“Felices los pobres de corazón porque el reino del cielo les pertenece…

felices los limpios de corazón porque verán a Dios.

Felices los que trabajan por la paz, porque se llamarán hijos de Dios” (Mt 4, 3. 8-9)

Quizás lo menciono mucho, no soy el único en esta casa, pero de algo si estoy seguro, de llegar a mis 85 años me gustaría reflejar esa calidad de vida humana y espiritual que trasluce este gran hombre, sin grandes triunfalismos o preseas heroicas sino un testimonio constante de un hijo de Dios que vive como se debe vivir, humilde, servicial, acomedido, justo, con mesura, integro. De un espíritu como se dice de San Francisco de Asís, de un mendigo alegre.

En dicho paseo el momento me regalo la oportunidad de descojonarme de la risa, de esas risas “que te cagas” y al punto de sacarme unas lágrimas... razón, simplezas, no hay que pedirle muchas razones a la vida para reir. Y bueno para mi las expresiones y conductas del P. Felix fueron suficientes, tan desembarazadas, alegres y espontáneas, aunado a ello el encontrar en el un gran parecido conmigo. Los que me conocen, me conocen también por despistado… vaya si no, no hace falta más que recordar las múltiples ocasiones que salía con calzoncillo al revés de la casa o el salir de casa sin recordar el rumbo,-esas sin contar las más embarazosas-, me hizo mucha gracia el verme reflejado. Si el es despistado como dicen por su edad, que me esperará a mí en 50 años. Y pues nada, de regreso a casa a descansar, caminar y rezar.


Día 12
Y por si fuera poco y seguido, el día jueves pudimos compartir con un grupo ya más numeroso de frailes, a la playas de Gandia, locación en donde una buen parte de la población española inmigra de las grandes ciudades del centro y norte de España, para estas zonas costeras del sur y de esta manera aprovechar un clima veraniego junto a las olas que acompañan la brizas propias del mar.

No le voy a mentir, con las fotos bastará de prueba, los más jóvenes éramos Carlos y yo, Jiovanny por la media y ya en la cola, los otros 7 frailes, promediando fácil una media de 75 años de edad, y aunque las apariencias son de hombres mayores, no me sentí entre viejos, de esos que lo que andan haciendo es perdiendo el tiempo para ver cuando se van a morir, sino con hombres llenos de gracia y vida, sobre todo con amigos de cariño fraterno. Todo termino con un sabroso capuccino en una heladería, arreglando y desaciendo el mundo, como suelen decir, con la diferencia, -no me cabe duda-, que estos frailes consagrados seguro algo habrán hecho por el mundo.


Al fin de al cabo “estamos en camino de la unidad, teniendo como punto de partida la diversidad”, en donde “el alma de todos nosotros por tener la misma fe única, es una misma” y “lo primero por lo que nos hemos congregado en comunidad, es para que vivamos en comunión, teniendo una sola alma y un solo corazón orientados hacia Dios”(S. Agustin; SERM 284, 4; Ep. 103, 2 y Regla de vida no. 1).

 

"En camino de la unidad... punto de partida la diversidad". (San Agustín)
 
Imagenes conviencia playa de Gandía






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