14 de octubre de 2011

Renovación - Darse de bruces con la realidad

Todo lo que con esfuerzo escribo y trato de transmitir es basura... juego de palabras, verborrea impositiva, autoerotismo intelectual, dialéctica moral o dual... No es ahora, -en un momento de dura reflexión-, mi intención ensañarme con mis buenas o egoístas intenciones pero si tan solo dejara de hablar y empezará a amar, si tan solo arriesgo todo y empiezo nuevamente a tomarme el evangelio enserio... tendría miedo a terminar como Jesús termino... Ah ya la vida!!! Me faltan huevos, humildad, coherencia. E olvidado que el cuerpo de Cristo tiene sida, cáncer, lepra y no está sólo en el santísimo sino allá afuera... Tengo miedo de decir lo que pienso, lo que creo firmemente que me ha enseñado Jesús, me muevo en juicios y prejuicios, me muevo en mis ideas y juego con mis posibilidades, pero no soy capaz de intercambiarme los zapatos con un mendigo, es entonces cuando me pregunto: ¿Cómo voy a ser capaz de "ponerme en sus zapatos"?. Me gusto tanto que utilizó al otro como un espejo para reflejar mi falsa luminosidad. Te digo lo que te gusta, lo que no me gusta pero no degusto en lo profundo lo verdadero porque simplemente me mueve las estructuras, donde retozo tranquilamente... Hablo de sufrimiento y te digo la respuesta, en una palabra el amor. Hablo de Jesucristo y no vivo su experiencia. Te hablo de elevación, contemplación y no me inclino a besar al hermano que por desventura se encuentra postrado como rastrero mendigando en el suelo... Cuestiono todo y a todos pero no a mí, no me planteo la tarea para poder renovarme... Pero lo cierto del caso es que no hago nada... Le pido perdón a los de Kenia, a los de Auschwitz, a mis hermanos los mendigos, las prostitutas, a los excluidos, a las maltratadas, a los niños vejados, a los mareros, a las viudas y enfermos, a los viejos ignorados.. No solo no he hecho nada con ellos sino que no estoy con ellos... Y el amor, se ha esfumado en mis grandilocuentes disertaciones, leo el Evangelio todos los días, me inclino ante el altar y erguido de rodillas creo elevarme pero no vivo la buena noticia... Si lo que falta no es elevarme sino inclinarme, ceñirme la toalla a la cintura y lavar los pies llenos de ampollas, atillados por el pedregal que tantos le ha tocado recorrer.

Hay pocas cosas que me arrepiento en mi vida, una, no haberle lustrado los zapatos a Juanito (el lustrador del Registro Mercantil); dos, no haberle regalado mi saco a Winnie, quien afanosamente cuida los carros; y tres, la más reciente, no darle mis zapatos al rumano renco de esta mañana... Y podría sumarse a una cuarta, no publicar esto en el blog....